En muchos casos, la tensión, la preocupación o incluso el aburrimiento pueden llevar a las personas a consumir alimentos para aliviar sensaciones que no están relacionadas con el hambre.

Las personas que tienen una necesidad insaciable de comer a todas horas podrían aplicar estos principios para distinguir el hambre de otras sensaciones o estados de ánimo que también pueden satisfacerse con comida.

El hambre emocional es un tipo de alimentación acompañada de una fuerte necesidad que sirve al objetivo de consolar, relajar, recompensar, desviar y controlar las emociones negativas en lugar de nutrir el cuerpo. 

Es fundamental saber distinguir estas sensaciones del hambre real para poder gestionarlas sin recurrir a la comida. Para ello, se proponen tres criterios de distinción:

1- Lugar dónde se manifiesta: El hambre física se manifiesta en el estómago como un estruendo o una sensación de vacío, así como en todo el cuerpo como una falta de energía. El estómago, que permanece tranquilo, no muestra signos de hambre emocional. 

2- Tipos de alimentos: Cuando el hambre es real, son necesarias todas las comidas, como la fruta, la carne y las verduras. Sin embargo, cuando el hambre es emocional, por lo general sólo se satisface con comidas ricas en azúcar, gluten o comidas rápidas. 

3- El tiempo: También basta con mirar el tiempo transcurrido desde la última comida para distinguir el hambre física del hambre emocional. 

Sólo le das a tu cuerpo la cantidad de comida que necesita cuando tienes hambre física. Como resultado, puedes dejar de comer en cuanto estés lleno.

En cambio, cuando estás nervioso o tenso, comes como si no hubieras comido en mucho tiempo. Como resultado, la preocupación hace que comas más de lo que necesitas.

Si estás nervioso de forma habitual, eres muy propenso a ganar peso o a engordar, es fundamental que aprendas a lidiar con el problema mediante técnicas de relajación. Si no lo haces, podrías tener problemas metabólicos importantes.